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EL PELIGRO DEL ENOJO CONSTANTE

mar, 28 jul

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Misión Sembrar 🌻

El enojo desproporcionado es infeccioso. Hace que pase de una persona a otra. Los lugares de trabajo pueden convertirse en ambientes hostiles, transformar los hogares en verdaderos campos de batalla. ¿Qué prefiere usted: la perturbación de la ira descontrolada o la quietud de la paz de Cristo?

Gracias por su atencion. Esperamos haya sido de bendicion para su vida.
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EL PELIGRO DEL ENOJO CONSTANTE
EL PELIGRO DEL ENOJO CONSTANTE

¡Sembrando la buena semilla!

28 de jul de 2020, 6:14 p. m. – 11:54 p. m.

Misión Sembrar 🌻

Acerca del devocional

"Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas."  (Santiago 1:19-21) 🕊

Esta es la mayor preocupación de Santiago, y es muy razonable porque si Dios va a hablarnos por medio de su palabra, es necesario que primero seamos buenos oidores. Quizá piense que esto es tan obvio y básico, que parece innecesario mencionarlo. De todas formas, escuchar es una destreza que la mayoría de nosotros no posee ni deseamos. Preferimos hablar antes que escuchar. Nos “desintonizamos” para evitar oír aquello que nos incomoda. Las razones para hacer esto son muchas. Somos incomodados cuando lo que se nos dice no es agradable a nuestro oído pero en el fondo sabemos que es para nuestro bien. Francamente, no resulta fácil escuchar. Pero Santiago coloca la responsabilidad de “oír mucho y hablar menos” directamente sobre nuestros hombros. 

Este: “escuche mucho, hable poco” es un poco difícil de aceptar. ¿Tiene Usted la mecha de encender demasiado corta? La mayoría de nosotros preferiríamos definirlo en términos más suaves y decir: “soy una persona muy sensible”  Pero decir esto no lo hará sentirse más cómodo. Cualquier cosa es mejor, que aceptar que tenemos una mecha demasiado corta, que explotamos por lo más mínimo, o que somos demasiado dominantes en nuestro trato con los demás, lo cual hace que la gente no quiera estar cerca de nosotros.

Incluso, nos sentimos muy orgullosos de tener “poco aguante” o ser poco tolerantes para las bromas, los debates o discusiones familiares, en el trabajo o en la iglesia. La idea de ser personas de “mecha corta” representa un instrumento conveniente para conseguir lo que queremos, todos andan de puntillas en presencia nuestra y nosotros arrasamos con todo a nuestro paso, orgullosos de cada centímetro de terreno que ganamos en nuestro trato con los demás. Pero en realidad, no queremos ver, que la gente prefiere andar con mucho cuidado, antes que presenciar una manifestación de nuestro ofensivo carácter.

Si usted es una persona poco tolerante, rápida para airarse o de “poco aguante”, el problema es que mientras este empecinado a llevarse todo a su paso, o contendiendo cuando debería estar escuchando, se pierde preciosas oportunidades de recibir sabiduría de lo alto, de crecer en humildad y convertirse en la clase de persona que Dios quiere que Usted sea. Y lo deplorable de todo esto, es que a la única persona a la que Usted está dañando y privando de crecer es a usted mismo.

Pero no me mal interprete, Santiago no está diciendo que no nos enojemos. Recordemos que nuestro Señor Jesucristo se enojo en varias ocasiones y el apóstol Pablo nos dice:”Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,” (Efesios 4:26) Santiago también escribe: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;” (Santiago 1:19)

Probablemente, este sintiendo en este preciso instante una punzada. La Palabra de Dios está tocando una parte demasiado sensible en su interior, que amenaza su derecho a reclamar o defenderse en algún altercado, disputa o conflicto, hiriéndolo en una zona en la cual, aun no está  dispuesto  a ceder: su orgullo. O bien, la Palabra de Dios está revelándole una debilidad que Usted ha decidido mantener oculta como si se tratara de una virtud. Pero tenga mucho cuidado, no tome el enojo a la ligera, ¡es dinamita pura!

Permítame contarle un breve y triste artículo que apareció en un periódico de Los Ángeles, Estados Unidos en 1985. El Párrafo principal con letras grandes decía: “PARA LA GENTE QUE SE ENARDECE Y PIERDE EL CONTROL” sucedió en un centro comercial, un hombre de 58 años y su esposa, tuvieron un altercado con otro conductor por causa de un lugar para estacionar. Testigos del hecho persuadieron a la policía que el otro conductor que había estacionado rápidamente su vehículo, no dio un solo golpe. Pero que el hombre de 58 años había golpeado dos veces al otro conductor y además, había abofeteado dos veces a su esposa cuando ella trató de calmar la situación. Luego, el hombre furioso camino diez pasos y ante el asombro de todos, cayó muerto. No se trata de una ilustración inventada, efectivamente ocurrió y todo por disputar un lugar para estacionar el coche. Este hombre desdichado, había desarrollado el hábito de enojarse por cualquier cosa hasta llegar a estos límites de arrebato y violencia. Había hecho del enojo, un hábito de toda su vida hasta que todas esas pequeñas malas actitudes y reacciones que dio por inadvertidas, crecieron y crecieron hasta esclavizarlo y al final lo mataron.

Sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;  (Santiago 1:19)  no deje que el enojo le controle al grado que se manifieste en presión sanguínea alta o termine en úlceras, ¡no le causará ningún bien!  Santiago continua diciendo: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” Deseche todo sentimiento negativo como si estuviera desprendiéndose de ropas sucias o quitándose la suciedad del cuerpo, aparte todo aquello que impida una mejor y edificante relación con aquellos que le rodean como si usted estuviera despejando un camino de malezas, y extraiga la cera de su oído espiritual a fin de que pueda escuchar la voz de Dios.

Una broma que circulaba entre los niños hace unas décadas decía así: “tienes una zanahoria en el oído” el niño interlocutor respondía: “¿Qué dices?” “¡Digo que tienes una zanahoria en el oído!”… “¿Qué?”  “¡Te estoy diciendo que tienes una zanahoria en el oído!”  “Disculpa, no puedo oírte  porque tengo una zanahoria en el oído”  Aunque se trata de un chiste demasiado trivial, de alguna forma encaja en lo que hemos visto hasta aquí: Dios Está tratando de decirnos que tenemos pecado en nuestra vida y nosotros no podemos escucharle porque tenemos pecado en nuestra vida que aun no hemos confesado. ¿Cómo esta su sentido auditivo? ¿Qué tan agudo es su oído espiritual? Aquiete su espíritu en este momento. Abra la Palabra de Dios con una mente receptiva y un corazón humilde, permita que Dios le hable de nuevo Y luego, escuche lo que El tiene que decirle.🙏

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