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Dejados como testigos.

Actualizado: 21 oct 2020

Diga a otros lo que Cristo ha hecho por usted, y el Espíritu Santo hará el resto.



“No olvides el cojín para sentarme” suele decir mi apreciado hermano en Cristo y amigo de muchos años Virgilio Peña cada vez que paso por su casa para ir juntos a predicar el evangelio a los internos en el Hospital del Seguro Social del barrio La Granja y a los estudiantes del instituto Publico Jesús Aguilar Paz en Comayagüela. El cojín es un elemento constante en su silla de ruedas a la hora de salir, en el asiento del vehículo de su familia, e incluso en la iglesia. Lo lleva a todas partes como un recordatorio constante del dolor paralizante que el experimenta a menudo cuando está sentado por períodos prolongados en su silla de ruedas. Las horas que paso con Virgilio cuando salimos a evangelizar, me han dado una imagen impresionante de las palabras del apóstol Pablo cuando expresa: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”. Filipenses 3:13-14


Hace 42 años aproximadamente, Virgilio Peña tomo la decisión más importante de su vida: Confesar al Señor Jesucristo como su Salvador personal. Los primeros años de su nueva vida en Cristo los vivió en la Iglesia El Tabernáculo Evangélico. Fue allí, donde descubrió su inclinación por la música formando parte del coro de la iglesia e integrando otras agrupaciones musicales. Pero sobre todas las cosas, encontró allí un afectuoso ambiente familiar forjado al calor de dos convicciones: El Señor Jesucristo, y su reino por el cual vale la pena vivir. Así que, desde muy joven comenzó con mucho entusiasmo a involucrarse activamente en el grupo ministerial de jóvenes, discipulado, retiros espirituales y proyectos musicales, pues su forma de expresarse ha sido siempre por medio de su afinada voz y la guitarra. Pero en medio del entusiasmo de su juventud y la alegría producto de su nueva vida en Cristo, la tragedia vino sin avisar.

El 5 de febrero de 1983 con apenas 23 años de edad, a punto de graduarse en sus estudios, lleno de sueños, metas y nuevos proyectos entre ellos contraer matrimonio y establecerse en otro país con el fin de llevar el evangelio, sufrió un fatal accidente de tránsito en su motocicleta que lo dejo cuadripléjico hasta el día de hoy, sin capacidad sensitiva ni motora desde el cuello hasta los pies. En aquel entonces, los médicos no daban esperanza alguna. A lo sumo, podría vivir los tres meses siguientes o permanecería irremediablemente en estado vegetativo. Con la tragedia vinieron además, una serie de tristes eventos que lo sumergieron en una profunda depresión: la imposibilidad de moverse le causo muchas ulceras en el cuerpo, los planes de su vida se desvanecieron de un momento a otro, su prometida decidió abandonarlo y además, había perdido el interés por la música la cual, ha sido siempre una de sus mayores pasiones.


Únicamente su decisión por Jesucristo le ayudo a soportar el sufrimiento. A medida que transcurrían los días, la oración y la meditación en las escrituras le permitió arraigarse firmemente en el Señor. La verdad, es que en sus propias fuerzas Virgilio jamás hubiera podido hacerlo. Pronto se daría cuenta que no estaba solo. El Espíritu Santo en su interior le daría la fortaleza para mantenerse firme en medio de sus circunstancias. Fue entonces cuando en lugar de enfocarse en el dolor, fijo su mirada en Jesucristo. Y solo hasta que empezó a reconocer la soberanía de Dios en su vida, le fue posible sobrellevar la adversidad.


Cuando el sufrimiento nos golpea fuertemente, es posible caer en un abismo de desánimo y desesperación. Nos preguntamos por qué permite Dios que situaciones tan dolorosas vengan a nuestra vida. Pensamos que no coincide con su papel de Padre amoroso; y nos resulta difícil armonizar nuestro sufrimiento con su amor y su poder para evitarlas.

Desde que conozco a Virgilio Peña le he oído decir a la gente cada vez que predica y canta cosas como: “Solo sé que tendré que vivir en esta situación por el resto de mi vida, pero mi sufrimiento me ha ayudado a ver a Cristo con más claridad.” También, he visto cómo Dios ha utilizado la adversidad para moldear su carácter y trabajar en su corazón de una manera que evoca las palabras del apóstol Pablo sobre “el eterno peso de gloria” (2 Cor. 4.17). Sin duda, Dios ha utilizado nuestra amistad con Virgilio Peña para enseñarme profundas verdades: La vida cristiana es una extraña mezcla de lamento y consuelo, donde el sufrimiento es una bendición, y el gozo siempre surgirá. La vida está llena tanto de alegrías como de tristezas, y eso la hace más abundante.

Años después, Virgilio contrajo matrimonio con una maravillosa mujer quien ha sido su mayor bendición en esta vida, juntos han criado dos hijos: uno de ellos actualmente es Pastor de la Iglesia Impacto y el menor hace unos años partió a la presencia del Señor. ¡La fe que observo en Virgilio es formidable! Incluso, a pesar de sus limitaciones físicas, canta y predica el evangelio en iglesias, centros Hospitalarios y colegios públicos con gran entusiasmo. Con la ayuda de Dios ha alcanzado muchas de sus metas y tiene en mente nuevos proyectos. Comparte a enfermos y a estudiantes la palabra de Dios y canta con profunda convicción. Vive cada día con verdadero propósito y lo hace con esperanza cierta como escribe el apóstol Pablo en Romanos 8:23 “nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.


Aunque podamos considerar nuestras crisis más desgarradoras como el final, el Señor las ve como oportunidades para hacer grandes avances en nuestra vida. Su propósito al permitirlas no es destruirnos, sino para conformarnos a imagen de Cristo. Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33) El testimonio de vida de mí querido hermano, amigo y consiervo Virgilio Peña me ha enseñado lo siguiente: La vida puede estar llena de dificultades, pero en las manos de Dios, nuestro sufrimiento es utilizado para propósitos eternos.


Cada vez que vamos juntos a predicar el evangelio a los perdidos, he tenido la oportunidad de ver a personas impactadas escuchando su testimonio de vida. La silla de ruedas no limita a Virgilio Peña, se sirve de ella para trabajar en la extensión del Reino. Más que su medio de transporte, es su Púlpito para predicar a Cristo.





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