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ESPERAR EN EL SEÑOR

Actualizado: 13 jun 2020


Salmo 33.18-22

"He aquí, los ojos del SEÑOR están sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar su alma de la muerte, y conservarlos con vida en tiempos de hambre. Nuestra alma espera al SEÑOR; El es nuestra ayuda y nuestro escudo; pues en El se regocija nuestro corazón, porque en su santo nombre hemos confiado. Sea sobre nosotros tu misericordia, oh SEÑOR, según hemos esperado en ti".



Vivimos en una cultura agitada que nos programa para recibir todo al instante, incluyendo las respuestas a nuestras oraciones. Si somos francos, muchas veces nos hemos sentido impacientes con el señor cuando pensamos que Él demora en concedernos lo que pedimos o que no responde de acuerdo con nuestros planes o intereses. Incluso, hemos llegado a manipular las circunstancias buscando atajos o una salida mas pronta antes que esperar el tiempo de Dios. Buscamos una solución rápida y luego pedimos su bendición. Pero lo que Usted puede percibir como una demora, desde la perspectiva de Dios es el tiempo perfecto.


¡Un Dios omnipresente, infinitamente sabio, Todopoderoso, Creador y soberano del tiempo jamás puede llegar tarde!

Pero esperar en el señor requiere fe, sólo porque no podamos ver lo que Él está haciendo no significa que esté inactivo. Debemos recordar que nuestro Padre celestial opera fuera de nuestra esfera visible, entretejiendo las circunstancias a nuestro alrededor para llevar a cabo su plan perfecto para nuestras vidas.


Su trabajo es como una semilla que se siembra en un jardín: no podemos ver el proceso bajo tierra pero sabemos que después del proceso de germinación la planta finalmente aparecerá. Del mismo modo, podemos confiar que, de acuerdo con el tiempo dispuesto por el Señor veremos la respuesta que buscamos de El.


A muchos cristianos nos resulta difícil disciplinarnos en el área de esperar. Pero una razón por la cual el Señor quiere que esperemos es para protegernos de nuestras motivaciones autodestructivas.

¿Cuántos de nosotros en períodos de dificultad y movidos por la impaciencia, hemos recurrido a medios dudosos sin considerar las consecuencias? Sabemos de mujeres cristianas que tristemente y sin esperar la voluntad del Señor, se han lanzado al vínculo del matrimonio en yugo desigual con la esperanza de ser rescatadas de alguna dificultad económica y en seguida vienen los maltratos, infidelidades, abandono y toda clase de pesares; Sabemos de hermanos en Cristo que compran la lotería buscando un modo rápido para salir de sus compromisos y preocupaciones financieras por no esperar en Dios, trabajar con diligencia y depender de Él, ¡pero ay de ellos cuando obtienen aquellas cosas fuera de la voluntad del Señor! Las cosas que llegan fácilmente a nuestra vida terminan convirtiéndose en dolores de cabeza, tropiezo y ruina. Conocemos casos de comerciantes cristianos que comenzaron bien sus negocios pero ante la crisis monetaria nacional, se asociaron con impíos que los arrastraron a otros pecados como la usura, la competencia desleal e incluso la estafa por aceptar el capital que les ofrecieron negando así, sus valores y principios bíblicos. En Gálatas 6:7 leemos: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará." Cuando evadimos el camino de la voluntad de Dios, nos salimos de su protección, y no podemos esperar que las consecuencias de nuestras decisiones terminen en bendición.

Pero, ¡Cuan sabio es decir como el salmista: “Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré!” (Lamentaciones 3:24) Puesto que nuestro Padre celestial es omnisciente, solamente Él sabe lo que es mejor para cada uno de nosotros. Usted puede confiar en que, si Él le pide que espere, es porque tiene algo mejor en mente a lo que usted pudiera obtener por sí mismo.

La solución a cualquier necesidad o dificultad que enfrentemos está en las manos de Dios. Si nos aferramos con tenacidad a la verdad de su amor por nosotros, a su conocimiento de todas las cosas, y a su infinito poder, podremos aguardar con fe, gozo y paciencia el tiempo del Señor. Después de todo, nuestro buen Dios nunca llega tarde.



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